En este diálogo ficticio, compuesto por fragmentos tomados de los distintos escritos de ambos, uno no escucha lo que dice el otro, pero sus reflexiones, en muchos casos llenas de misterio, se encadenan y resuenan entre sí. A la derecha se puede leer a Sota y a la izquierda a Cage:
Leer libros o revistas de arquitectura
es una cosa realmente aburrida.
En cambio, tener conversaciones con
gente de otra naturaleza le enriquece
a uno por dentro.
Dondequiera que estemos, lo
que oímos es en su mayor parte
ruido. Cuando lo ignoramos, nos
molesta. Cuando lo escuchamos,
lo encontramos fascinante.
No hay naturaleza ni paisaje
anodinos; todo tiene profundísimo
interés. La arquitectura puede
acercarse a la naturaleza, puede
ponerse enfrente, no puede olvidarla;
de tener importantes amigos
o importantes enemigos podrá
esperarse algo de nosotros;
nunca si vivimos con indolencia.
En mi nuevo piso con vistas al
East River, en la parte baja de
Manhattan, vuelto de espaldas a
la ciudad, mirando el agua y el
cielo... la quietud de este retiro
me llevó por fin a enfrentarme a
esta cuestión: ¿con qué objetivo
escribe uno música?
Un buen día dejé de trabajar y
procuré pensar libremente en lo
que hacía y se hacía. Ese mismo
día empezaron a desprenderse
tantos añadidos que a cualquier
pensamiento serio sobre
arquitectura se abrazaban, se
pegaban como auténticas lapas,
crustáceos. El resultado limpio
era atractivo y pensé que también
podía llamarse Arquitectura,
tal vez arquitectura, y disfruté
con esa a minúscula, ya que me
bastaba para resolver los problemas
que siempre la arquitectura
tuvo que resolver: ordenación
del mundo donde desarrollamos
nuestra vida.
Cuando un compositor siente la
responsabilidad de hacer, más
que de aceptar, elimina del área
de posibilidades todos aquellos
acontecimientos que no sugiere
la moda de la profundidad en ese
momento. Al tomarse a sí mismo
en serio, desea ser considerado
grande, y en consecuencia disminuye
su amor y aumenta su miedo y su
preocupación por lo que la gente
pensará.
Porque no hay nada que decir,
no todo el mundo está obligado
a decir cosas, sino a crear un
ambiente que sirva para seguir
viviendo.
Una alumna de Mies fue junto a
el y le dijo, "tengo dificultad
estudiando contigo porque no dejas
espacio para la expresión personal."
Él le preguntó si llevaba una pluma.
Tenía una. Él dijo, "escribe tu
nombre." Ella lo escribió. Él dijo,
"eso es lo que yo llamo expresión
personal."
Si; Mies inventó un lunes una
arquitectura para ser repetida,
rehecha, copiada...
¿Y música -la palabra, quiero
decir- es un sonido? Si lo es, ¿es
música la música? ¿Es la palabra
"música" música? ¿Comunica
algo? ¿Está obligada a hacerlo?
Hemos hecho hincapié cantidad
de veces sobre la necesidad
absoluta de anular la arquitectura
para realmente hacerla, tanto que
si hoy no lo es, ¿valdría inventar
otro nombre?
Si tenemos una actitud protectora
hacia la palabra "música,"
protejámosla y encontremos otra
palabra para las demás cosas que
entran por el oído. Resulta una
pérdida de tiempo preocuparnos
por las palabras, los sonidos. Lo
que es, es teatro y estamos en él
y nos gusta hacerlo.
Desearíamos alumnos vírgenes que
nada supieran de arquitectura, para
mejor poder luego hacerla, entendemos
como error iniciarles tan pronto en la
nada supieran de arquitectura, para
mejor poder luego hacerla, entendemos
como error iniciarles tan pronto en la
profesionalidad, elementalmente,
sin haberla relacionado con todo el
mundo que vivimos.
Nuestra intención es afirmar esta
vida, no producir orden a partir
del caos ni sugerir mejoras en la
creación, sino simplemente
despertar a la propia vida que
vivimos, que es excelente una
vez que dejamos atrás nuestra
mente y nuestros deseos y la
dejamos actuar por sí sola.
La arqutiectura dejó de ser, nosotros
no somos, y nosotros con los demás
técnicos podremos plantear
los "problemas" a su altura y sus
soluciones trataremos de que
no vuelvan a llamarse arquitectura,
sino soluciones. La humildad
de las cosas es que son y es que
sirven.
Como decía Klee: "Yo quiero ser
como un recién nacido, sin saber
nada, absolutamente nada
acerca de Europa; ignorando
poetas y modas, ser casi primitivo.
Entonces quiero hacer algo muy
modesto; encontrar por mi mismo
un pequeño modelo formal...
y algún día, a través de la
repetición de un paso tan pequeño
pero tan original, vendrá un
trabajo sobre el cual pueda
verdaderamente construir."
Se siente un descanso grande
cuando, ante el nuevo trabajo, no
tenemos historia entre las manos.
No hay mayor presencia que la
ausencia.
La estructura está completamente
controlada por la mente. Ambas
se deleitan en la precisión, la
claridad y la observancia de las
reglas. Mientras que la forma
solamente quiere libertad para
existir. Pertenece al corazón; y la
ley que observa, si es que se somete
a alguna ley, nunca ha sido ni
será escrita.
Hemos negado en nuestros cursos
la forma; tal palabra cuesta
pronunciarla en todas nuestras
charlas; se la acoge sin nombrarla
cuando es un resultado. Todo
tiene su forma y nunca se nombra
nada más que en aquellas
ocasiones que la relacionan con
el arte, y ahí precisamente está el
problema, la gran duda.
La forma es lo que interesa a todos
y afortunadamente está dondequiera
que estemos y no hay lugar donde
no esté. La más profunda verdad,
eso es.
¿Es posible que sepa un artista
con qué ha de hacer una nueva
obra? Pueden dividirse los artistas
en dos únicos grupos: los que
saben hacer la siguiente obra
y los que no saben hacerla: los
primeros son artesanos, "quien
hace un cesto hace cientos;" los
segundos son artistas auténticos,
los únicos que realmente lo son.
Estos últimos, sin saber, harán su
nueva obra, obra de arte.
No preguntarnos qué viene después.
Seguir con ánimo "a través de muchas
situaciones peligrosas." ¿Y cuál es su
propósito cuando escribe música? No
me dedico a los propósitos; me dedico
a los sonidos. ¿Qué sonidos son esos?
Los hago igual de bien cuando estoy
sentado tranquilamente buscando setas.
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